jueves, 6 de marzo de 2008

HAY DE COLAS A COLAS

No sé si por haber perdido en nuestra evolución esa parte que ostentan todavía los mamíferos y que se le denomina rabo o cola, estemos condenados a tal fijación nosotros, los seres humanos. Me refiero a la falta de cola y digo que es fijación porque la asociamos a muchísimas cosas de la vida cotidiana.

Pero claro, hay de colas a colas.

De muchos funcionarios y burócratas hemos oído que “tienen cola que les pisen”, lo que quiere decir que en su momento siguieron el axioma político que asevera que el “que no transa, no avanza” o vivieron plenamente un año de Hidalgo de esos de fin de sexenio.

Ahora bien, en nuestro país no basta que se compruebe que la susodicha persona tiene cola que le pisen para que tenga alguna repercusión por sus actos, no, para nada, aquí se necesita que el acusado no tenga “palancas” o dicho de otra manera, que no goce de los privilegios de impunidad que suele dar el poder político.

Cuando entras a algún sitio y no cierras la puerta detrás de ti, te suelen increpar que “tienes la cola muy larga”, suponiendo que por esa razón no cierras la puerta tras de ti.

Pero de colas a colas, hoy es más famosa la guerra de las colas, que no se bien si se refiere a un pleito de refresqueras o a un concurso entre vedettes para ver quien tiene mejor… cirujano plástico.

No cabe duda, sin embargo, que la madre de todas las colas es precisamente la cola que no la tiene, donde a fuerzas o dicho en latín “ad- ovum”, tienes que chutarte horas de tu vida por ineficiencia, burocracia o por la estupidez organizativa o administrativa que impera en todos los ámbitos.

Claro que podemos considerar esos tiempos muertos como ofrendas (en señal de sacrificio) ante los dioses de la corrupción, de la improvisación y de la falta de criterio para resolver las cosas con eficacia.

Por otra parte, medirse por la cola es hacerlo al revés, utilizar cola para pegar ya es anacrónico y pegarle la cola al burro ya no interesa ni a los infantes retrasados.

Llegar con la cola entre las patas considera que estás al menos apenado o avergonzado por alguna causa.

Las mamás les hacen colitas en el cabello a las niñas y también les limpian la cola, no sé si cuando hacen “pis” o “pos”.

Cuando bailas mueves la colita (A ver, a ver, a mover la colita,…)

En matemáticas, las colas son un conjunto ordenado de datos o una estructura de datos con una secuencia de elementos (generalmente lineal) y la teoría de colas explica el comportamiento de las líneas de espera, (bueno, más o menos).

En algunas partes de Sudamérica existen concursos de colas, pero sólo ves puros traseros.

En los alcoholes destilados se desechan las colas y las puntas, que son alcoholes dañinos que se crean por efecto de la destilación.

Ir hasta atrás en la cola podría incluso ser un pleonasmo.

Bueno, a veces hacemos cola hasta para saludar a algún político o personaje renombrado o re-mentado como diría mi abuela.

Y también te tienes que formar para que te den la ostia.

Colarse en alguna parte es entrar sin hacer cola o sin tener boleto. Ser un colado es estar sin ser invitado.

Pero hacer 5 horas de Cuernavaca a México, sólo porque le urge a un burócrata mayor terminar su monstruo de solución al transporte en Insurgentes Sur, rompiéndole a colonias enteras la poca vialidad que tenían y terminando las cosas al ahí se va, sólo puede tomarse con resignación si no queremos terminar en el hospital con el hígado hecho trizas, con la úlcera perforada o con un episodio cardiaco peligroso.
Si el soporte de un paso de peatones quedó en el arroyo vehicular de x calle, pues cierra la calle, ¿no?, a quién demonios le interesa quienes pasan por ahí, que hagan cola en otro lado.

Y hay quien te dice: pero espera a que esté terminado, va a ahorrar mucho tiempo y eso, es una mentira del tamaño del planeta.

Sería verdad si los trazos de la Avenida Insurgentes hubieran sido planeados antaño o fueran regulares (Un amigo decía que no era la Avenida de los Insurgentes, sino la Insumida de los Avergentes), o si no existieran en Tlalpan la serie de callejones que atoran a cualquier vehículo mayor a un mini auto, o si se planearan los retornos conforme a los requerimientos de la población y no a los de algún influyente que de alguna manera pagó para tener su salida a modo.

Pero no, esta obra en algunas estaciones incluso es apoteóticamente estúpida, con pasos peatonales absurdos por su tamaño y longitud, para acceder a la estación del metrobus, que se supone es un transporte que apoya también a los incapacitados, que no se por donde subirán y bajarán con facilidad. Ya se que pondrán unos elevadores como de 1m2, pero alguien en silla de ruedas necesitará ser atleta para subir y bajar las rampas.

Para acceder a esas estaciones tienes que subir el equivalente a casi tres pisos y recorrer unas rampas de unos 150 0 200 metros. A la mejor es para el entrenamiento de nuestros atletas paralímpicos.

Para poner una de esas estaciones tuvieron que cambiar el sentido de una calle, habilitar una especie de tobogán en Insurgentes por los desniveles existentes y readaptar una estación para que se pudiera dar salida a todos los que bajaban antes por la calle que cambiaron de sentido.

Obvio, ya no les dio el ancho de calle requerido para no entorpecer el flujo vehicular y entonces ahí hoy día se hacen colas interminables. Otro tipo de colas ¿no?

Un pequeño callejón que la gente utiliza como retorno se ve obstruido por un mercado sobre ruedas todos los jueves, así que los que quieren retornar por Insurgentes usando ese callejón tardan unos 20 o 25 minutos en pasar en días normales y los jueves unos 30 o 35.

Si te metes por algún otro callejón para salir un poco más arriba y regresar, está peor pues son de doble sentido o no se respeta el sentido que marcan los señalamientos cuando los hay, claro. Se estacionan camiones, se estrechan las calles hasta quedar de un solo carril y si te toca alguien en contrario pues ya te fregaste.

Cuando llegas a la calle donde puedes atravesar haces otros 10 minutos para pasar porque se congestiona la avenida gracias a que donde pusieron su mamotreto de puente peatonal y acceso a la estación, la gente se cruza como puede por debajo, a riesgo de tener un accidente.

No es ingeniería, es sentido común. Pero aquí si es cierto que es el menos común de los sentidos. En muchos tramos de la vía principal tendrán que subsistir los autobuses o microbuses comunes y corrientes, por los trazos irregulares de calles y colonias en el área, con lo que se afectara la circulación.

Bueno, con decirles que el trazo del carril confinado es tan malo que de repente te topas con él porque pasa a ocupar el centro de la avenida, para dejar una vuelta a la izquierda dos cuadras adelante.

Si vieran que relajos se arman entre microbuses y autos para acomodarse a tal entuerto y eso que todavía no arrancan los metrobuses. Pero en fin, ya nos acostumbraremos y haremos la cola respectiva para tomar el carril adecuado.

Brillante la improvisación.

Yo no sé si el que hace esos puentes y pasos a desnivel con todo y rampas para peatones tiene cuates en el Gobierno, pero sí que le compraron metros y metros injustificables.

Lo peor es que esto pasa en la ciudad de México, donde como ustedes saben, todo, absolutamente todo, se hace bajo una acuciosa planeación, (¿o no le creen a nuestras autoridades?).

El otro día me decían que como era posible que los semáforos no estuvieran sincronizados y claro que lo están; se equivocan quienes creen que algo así se le pasara a las autoridades de tránsito, burocracia excelsa por sus procedimientos.
Fácilmente puede verse que el 80 o 90 % de los semáforos están sincronizados, si no ¿cómo le hacen para que te toque alto en cada uno de ellos?

Pues claro que están sincronizados en rojo, pero lo están ¿no?.

O que me dicen de la “atinada” asignación de policías para agilizar los cruceros. Creo que en cuanto tránsito detecta que un crucero es funcional, que permite un flujo adecuado de vehículos y peatones, inmediatamente le asigna uno, dos o hasta más policías que luego luego se ponen a jugar “nintendo” con los semáforos.

Así le dan 4 o 5 minutos a una de las calles contra unos 30 segundos a la otra; se esperan a que exista un buen número de peatones hechos bola en la esquina para darles paso.

Luego luego se ve la habilidad de los peatones experimentados que torean autos y camiones con destreza y llegan sanos y salvos al otro lado, pues es común que a medio camino se cambie la luz del semáforo de improviso, pescando a los inexpertos en el apuro de cruzar la calle.

Entonces ¿qué sería de nuestras vidas sin las colas? Te levantas y haces cola para el baño, a menos que tengas más de uno, en cuyo caso vivirás la experiencia hasta que salgas de casa.

En auto, cola para incorporarte a las avenidas principales, cola para dar vuelta. Cola en el estacionamiento, en el banco, en los restaurantes, en las oficinas, en todas partes, para pagar en el súper, para entrar al cine, para subirte a los juegos de Chapultepec o de Disneylandia o de cualquier parque de diversiones, es igual...Cola para comprarte un café de esos de moda.

Las colas son sinónimo de orden, de cierto orden, nada más, pero la verdad es que no debieran de existir salvo que fueran estrictamente necesarias.

Ir a la cola de una cola es todavía peor sobre todo en las “coleadas” (Juego infantil que consiste en una fila de niños tomados de la mano que corren jalándose unos a otros y dando de repente una o varias vueltas cerradas para que se haga un efecto de aceleración a lo largo de la cola).

Si vas hasta atrás, por el incremento de velocidad inercial que se va dando, puedes salir disparado a estrellarte contra lo primero que encuentres.
En fin, descargas de adrenalina.

Espero que no tengan que hacer cola hoy, pero si les toca piensen con indulgencia, tengan buen humor, ríanse de la situación, saluden a los policías de mi parte y denles recuerdos a la familia.

Una sonrisa a veces no basta, que sean dos, o generen una cola de sonrisas y despáchenlas una por una, para que duren todo el día.

Hasta la próxima

1 comentario:

Anónimo dijo...

A veces me da nostalgia México. Gracias por recordarme por qué salí huyendo de él. Con esto ya me curé.