jueves, 10 de julio de 2008

VOLVER AL FUTURO… PERO SIN BUROCRACIA

Los tiempos actuales son difíciles, lee uno los diarios o ve las noticias en televisión o las escucha en radio y sólo puede uno imaginarse estar viviendo en ese mundo paralelo que vimos todos en VOLVER AL FUTURO II, cuando se crea una realidad alterna gracias a la existencia de un almanaque con todos los resultados deportivos que Biff anciano aún siendo torpe, le roba a Marty , lo transporta desde el futuro hasta 1955 y se lo da a sí mismo.

Esto provoca que al regresar del futuro a 1985, Marty y Emmett se topen con este mundo paralelo, donde el poder lo ostenta Biff, personaje nefasto, bravucón de la escuela, mediocre a pulso, que conoció lo que era hundirse en el estiércol e incluso probarlo.

En esa realidad alterna se muestra como es el gobierno controlado por el multimillonario Biff: pesimamente administrado, donde la represión impera, al igual que las drogas, la corrupción, la impunidad y por ende la descomposición social: robos, secuestros, asaltos, inseguridad, etc.

¿Nada que se parezca a las situaciones que vivimos?

En la película todo se arregla cuando después de una emocionante persecución en 1955, Biff termina en el estiércol nuevamente y Marty logra quemar el famoso almanaque.

El tema de volver al futuro, de las tres películas me refiero, ha seguido presente en los últimos dos meses en mi vida.

Claro que no creo que la situación actual se resuelva de forma tan sencilla, tampoco quiero decir que deseo regresar a 1955 o cosas así, pero he recordado estos juegos cuánticos porque de repente se me aparecen personas, amigos de épocas distintas, en un número importante y en breves lapsos de tiempo.

En la línea del tiempo la causalidad que siempre nos enseñaron hace ver que tu presente es resultado de tu pasado, esto es: la causa, “X” de tu pasado; el efecto, “Y” de tu presente.

En otras palabras, lo que siembras cosechas, el que mal anda mal acaba, el que con infantes pernocta, embebido lo sorprende el alba, crustáceo abandonado en los brazos de Morfeo es arrastrado por las ninfas de Neptuno , árbol que crece torcido… etc., etc.

Pero qué pasa si prestamos atención a algunas teorías interesantes que señalan que en realidad, tu presente es resultado de tu futuro, así como tu pasado lo es de tu presente.

¿Qué, qué?

Bueno, todo es cuestión de percepciones, pues esta teoría parte de que al ocurrir un hecho, cualquier cosa en la realidad, nuestra mente lo interpreta y percibe de cierta manera, única para cada persona, pues la percepción depende de tu propia experiencia personal, de tus conceptos del mundo que te rodea, de tus capacidades y habilidades, de tus valores, etc.

Entonces el pasado ya es una interpretación que hace nuestra mente en el presente y dependiendo de qué ocurra en el presente, de qué tantas capacidades, habilidades y comportamientos hayamos adquirido, al recordar un “hecho” del pasado, realmente lo estamos interpretando con nuestra personalidad de hoy, por ello nuestra percepción del pasado depende totalmente de nuestro presente.

Pero ¿nuestro presente depende del futuro? Sí, si somos capaces de imaginarnos en el futuro. Si tenemos una imagen vívida de cómo seremos, que haremos, donde estaremos, etc., dentro de equis años, entonces sabemos que capacidades, habilidades, comportamientos y demás debemos empezar a generar o a tener hoy y actuamos en consecuencia.

He ahí la diferencia, pensar de este modo nos permite actuar en el presente; pensar del otro modo no, pues estamos únicamente interpretando nuestro pasado y por más que queramos desarrollar nuevas acciones, no lo lograremos a menos que tengamos una visión de que queremos y sobre todo, la expectativa de lograrlo.

Sólo podemos actuar en el presente y si esas acciones consideran y se enfocan al logro de resultados identificados en nuestro futuro (las cosas que queremos), tenemos una alta probabilidad de que ese futuro incierto se convierta en hechos.
Cuando nos atamos al pasado y actuamos como consecuencia de la interpretación de “hechos” o resultados obtenidos antes, generalmente no obtenemos las mismas cosas, los mismos resultados.

En este sentido al actuar con pautas del pasado llegamos a un futuro que no suele ser el que queríamos lograr.

Podrías decirme que la experiencia del pasado condiciona como actuamos en el presente, pero si esto siempre fuera así, repetiríamos exactamente los mismos patrones, no cabría nuestro desarrollo, creeríamos ciegamente en que somos el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra.

Bueno, en fin, hasta seguiríamos creyendo en los partidos políticos y en la honradez de sus integrantes, en la buena fe de los gobernantes y en que verdaderamente se están “sacrificando” en aras de los más necesitados, de los que menos bla, bla, bla.

Si estamos actuando de la misma forma ¿caeríamos dentro del postulado ese que dice “si haces las mismas cosas obtendrás los mismos resultados”?, realmente no es así, y nos sorprenderá que no lleguemos a ellos.

Repetir una pauta no necesariamente te lleva a lo mismo y la razón es muy simple: como hemos evolucionado y solo podemos actuar en el presente, podremos imitar un comportamiento pasado, pero no será igual, ni estará en el mismo contexto, ni se referirá a la obtención de los mismos resultados, entonces las expectativas de cada individuo, esto es, sus deseos y propósitos futuros, serán los que realmente guíen la acción.

Y si la ley de la atracción funciona como parece funcionar, estaremos alcanzando los resultados deseados sin duda.

En unas pocas semanas y yo diría que sin que viniera al caso, literalmente me topé con compañeros y compañeras de muchos años, de diversas épocas y de diversos contextos y escenarios.

No sé si a ustedes les habrán pasado estas cosas, pero a mí sí y frecuentemente, casi diría que una vez por año me ocurren cosas así, lo curioso es que ocurren en un breve lapso y después desaparecen, hasta la siguiente vez.

Así, en el transcurso de dos meses, me he topado primero con dos compañeros de la universidad, de hace 45 años, poco después con un compañero de secundaria del que no sabía nada desde hace casi 50 años, después con tres ex colaboradores míos de hace 30 años, luego con otros dos más de hace 25 años y con 5 de hace 17 años, finalmente con dos de hace 14 años y tres más de hace un año y medio.

Todos ellos sin contar a mis amigos del kínder a quienes veo al menos una vez por año y a tres llamadas que recibí también de ex colaboradores en busca de oportunidades de empleo.

Todas estas casualidades son para mí, sin embargo, muy importantes, pues independientemente de que es muy agradable encontrarte con amigos de tantos años, en la experiencia reúnes nueva información para “volver al futuro”.

Conoces de las experiencias de todos ellos, aportadas sin ambages, sin reticencias.
Sigo aprendiendo, no me cabe la menor duda y nutriendo mi existencia con estas amistades que a lo largo de mi vida han persistido y regresan de repente como para checar que todo vaya bien.

Todas estas personas tienen aparte un denominador común, también son anti burocráticos, en su desempeño han logrado éxitos relevantes, se mantienen activos mentalmente y abiertos a su propia evolución.

Todos ellos fueron y siguen siendo factores de cambio donde han colaborado.
Lo curioso es que si algo ha distinguido también mi trabajo es el cambio, cambio permanente que implica evolución.

La primera vez que besé a una mujer, hace ya 44 años, se iniciaron los cambios para mí. El 25 de junio de 1964, empecé a cambiar teniendo casi 20 años.
Mi padre había fallecido y necesitaba evolucionar y rápido, adecuando una gran parte de mi vida a las nuevas situaciones.

Casi de repente de adolescente a hombre con múltiples responsabilidades, reto que asumí y que me llevó a la convicción de que es mucho mejor cambiar que no cambiar, ya que en ese proceso se encuentran siempre las oportunidades.

En el No cambio, ya todo está hecho. Aburre, anquilosa, degrada, frustra.
Claro que también es importante evaluar los cambios que se hacen, para ver si se dan los resultados esperados, si se alcanzan las metas previstas.
Mi abuela siempre nos amenazaba con aquello de “anda no vaya a ser que salgas de Guatemala para entrar a Guatepeor” que horrible no, afortunadamente yo casi nunca le hacía caso, sobre todo cuando alcancé las suficientes habilidades motoras para huir de sus espontáneos descontones, coscorrones y pellizcos que surtía al por mayor cuando se enojaba, cosa que era frecuente por cualquier cosa.
Pero no, para nada, si el cambio que realizamos no alcanza los resultados esperados, lo peor que podríamos hacer sería regresar al pasado, a lo que ya teníamos o hacíamos, eso jamás resulta.

Lo que es aconsejable siempre es al evaluar, plantearse qué cambios nuevos requerimos para alcanzar nuestras metas y sí, adivinas, volver a cambiar.

Poco más de 20 personas de ámbitos distintos, de épocas distintas, de características personales disímiles pero que ven hacia delante, personas dignas de confianza, congruentes consigo mismas, de las que no sólo puedes aprender nuevos conceptos, sino también nuevas actitudes.

Yo creo que me topo con todas ellas para recargar combustible y seguir la marcha. Yo espero que para ellos ocurra algo similar.

Por lo pronto todos queremos volver al futuro, pero libres de todas las lacras que dominan hoy nuestros escenarios; todos queremos volver al futuro que soñamos y deseamos para nuestros hijos, sin rollos.

Vemos que nuestro país se hunde en la burocracia, en la inoperancia, en la política sucia y vamos a volver al futuro, claro que sí, pero sin burocracia y sin las torpezas que han obligado a que nuestros hijos emigren a otras partes, buscando las oportunidades que aquí no hemos sabido brindarles.

Un burócrata jamás podrá ser estadista, a menos que cambie substancialmente su percepción de la vida…y actúe en consecuencia, con congruencia y con un interés legítimo, fuera de las ambiciones personales…