viernes, 1 de febrero de 2008

BUROCRACIA, ARISTOCRACIA Y “NANOCRACIA”

La semana pasada platicábamos de la era burocrática y mencionamos que Lawrence M. Miller, en su libro ”De bárbaros a burócratas”, editado en México por Grijalbo (1990) reconocía varios estadíos en el ciclo de vida de las empresas y en general diría yo que de las organizaciones públicas y privadas.

Después de que una organización se ha vuelto burocrática, tiende a hacerse aristocrática, estadío que define Miller como la pérdida del poder de la Dirección cuando ésta ha dejado de tener legitimidad y la legitimidad se pierde cuando deja de existir un equilibrio de poderes, un interés compatible y respeto entre los elementos constitutivos de la organización.

En esta era el liderazgo actúa por interés propio y contra los intereses de sus seguidores que, tarde o temprano, se rebelarán.

Se presenta el “shock” interno que desintegra la cultura prevaleciente; la rigidez de la estructura y de la toma de decisiones, la excesiva regulación y la falta de creatividad suelen llevar al fracaso a la organización. La historia reconoce miles de casos donde las organizaciones perecen por estar anquilosadas, por dedicarse a asuntos que no generan valor.

Despachos fastuosos, servicio de autos y choferes, aviones, helicópteros, reuniones sociales “de trabajo”, creer que sólo el primer círculo “de confianza” es el que puede entender las estrategias de la organización, reestructurar y cambiar directivos con frecuencia, son reflejos de una era aristocrática.

Traigo todo esto a colación, porque hace algunos días (el 23 de enero pasado) me topé con un artículo de Jenaro Villamil en la página electrónica de la revista Proceso que tituló “Calderonomics o la nanocracia”.

Este artículo habla de la evolución de los “tecnócratas” en el gobierno desde los años ochenta en que así se les bautizó, para aterrizar en este sexenio del que dice:

“El gobierno de Felipe Calderón se ha ido transformando ya no en un gobierno de gerentes o de tecnócratas sino en una nueva generación de funcionarios que se perfilan como la involución de la tecnocracia y de los gerentes: los nanócratas. Es decir, el gobierno de los estudiosos en el control y manipulación de las micropartículas de las áreas públicas, sin visión de Estado ni de elite ni de nación”…

…“Los nanócratas en la política no ven la realidad sino como un nano (la mil millonésima parte de un metro) y prefieren venderse no como especialistas en algo sino como artesanos de la operación corta. Del poder del picaporte al picaporte con poder”…

Y más adelante, refiriéndose a los cambios de gabinete menciona:

…“El problema de esta nueva generación de funcionarios no radica en su juventud sino en la ausencia de un currículum tecnocrático, gerencial o partidista que los acredite para los cargos de alto nivel de responsabilidad”…

…“Se les conoce en función de su cercanía con Calderón, no en razón de sus méritos burocráticos, legislativos o intelectuales. Son nanócratas porque se han vuelto parte del entorno milimétrico de Los Pinos que confunde la realidad del país con las necesidades de control y de liderazgo a corto plazo de la casa presidencial”.

Independientemente de las críticas que hace este artículo referidas a los cambios de funcionarios en el gabinete actual, de lo cual no nos ocuparemos, pues no tiene ningún caso, el término (que supongo es inventado por este periodista) si habla de una condición que parece ser sello de los tiempos actuales no sólo en el gobierno, sino también en los grandes corporativos.

Después de leer este articulo, me surgió una fuerte preocupación:

Imagínense los programas gubernamentales diseñados por nanócratas, dirigidos por aristócratas y ejecutados por burócratas.

Antes, al principio, todos eran burócratas y había cierto entendimiento, con los “burócratas tecnócratas” comenzaron algunos problemas, con los “burócratas aristócratas” se perdió la comunicación y con esta nueva clase identificada por el periodista Villamil, los “burócratas nanócratas”, incrementaremos los riesgos de inoperancia que, desgraciadamente, se manifiestan ya en varias dependencias y entidades de la administración pública.

Hace algunos meses pensé que se trataba del inicio sexenal, pero ya después de un año de gobierno, no hay pretexto. El desplazamiento de la alta burocracia por los nuevos funcionarios de la “nanocracia” parece confirmar el dicho del periodista Villamil.

Las reacciones de la burocracia están por venir, aunque también empezamos a ver efectos como en toda la parafernalia que trata el fenómeno de la corrupción. Vean por ejemplo esta nota que apareció en los principales diarios de la ciudad de México en diciembre:

“La Secretaría de la Función Pública (SFP) identificó a 10 dependencias de gobierno en las que admite la existencia de riesgos de corrupción”.

¿Hasta ahorita?, si llevan años y años operando, pero bueno, sigue la nota:

“En el documento Las 10 instituciones con procesos, trámites y servicios críticos de la administración pública federal, revela que millones de mexicanos están en peligro de ser víctimas de sobornos cuando acuden a por lo menos una decena de oficinas públicas en busca de ayuda o servicios. “

¡Qué están en peligro!, o es una realidad cotidiana, por cierto lacerante.

¡Qué revelación!,verdaderamente impresiona, pues a la mejor todos pensábamos que no era así, que podíamos confiar en nuestras instituciones democráticas, que la mordida ya se había desterrado, que ya nos parecíamos más a los Suecos que a los centroamericanos (excluyo a Costa Rica que ha evolucionado mucho más que México), en fin, que mal nos hizo leer esta noticia tan devastadora para nuestra moral.

Pero espérense, la lista es más sorprendente y reveladora pues aparecen verdaderos íconos de la legalidad y decencia que caracteriza a nuestras autoridades, tales como Aduanas del SAT, la PGR, Luz y Fuerza del Centro, la PFP, el IMSS, el ISSSTE, la SCT, la SEP, la CONAGUA y la CFE. ¿Quién lo hubiera imaginado?

Claro que se refieren sólo a algunos trámites y procesos, pero no se ve que hayan tomado en cuenta la corrupción de los grandes “negocios”, de los concursos arreglados, de las concesiones.

Estamos hablando de corruptelas, de mordidas, pues.

Bueno, siendo positivos por algo se empieza, pero existen doscientas y pico de entidades de la administración pública federal y según la COFEMER, en 2002 se tenían 1793 trámites y servicios federales y para noviembre de 2007, nada más ni nada menos que 3387.

Más trámites = Más mordidas, pues no sólo los aumentan sino que los complican, cuando debieran según el objetivo, simplificarlos.

Y conste que aquí no están los tramites que inventan los gobiernos estatales y municipales, ni tampoco la cantidad de situaciones en que el ciudadano tiene que dar “propina”, que no es otra cosa que una mordida pero “más decente” y aparentemente también permitida.

Incluimos meseros, cuidadores, viene viene, acomodadores, lava coches, cilindreros, recolectores de basura, barrenderos, carteros y en general a todos aquellos que tienen que hacer sus buscas gracias a que quienes tienen que pagarles un sueldo decoroso los exprimen y bueno, pues hay que cubrir con estas propinas la exigua situación económica de los patrones que no pueden pagar decorosamente a sus empleados, como los restauranteros, por poner un ejemplo.

Los cotos de la burocracia se han visto limitados a la vulgar mordida; ellos no son los que se hacen millonarios de la noche a la mañana; a duras penas sobreviven. Como que debiéramos buscar en otras partes y poner cotos a tanta ambición que corriendo junto al poder es finalmente la que nos pega a todos.

Así, entre la burocracia, la aristocracia y la "nanocracia", parece ser que lo que importa hoy día, son los "negocios" y los grandes negocios que se vislumbran en el porvenir de nuestro país, como que absorben la atención de todos estos grupos...

¿Y todo lo demás?

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