martes, 22 de enero de 2008

LOS PAPELES DE DON ALFREDO

Hace un par de meses murió Don Alfredo a los 84 años y un piquito de haber llegado a este mundo.

Como a toda su generación, le tocaron tiempos difíciles y no me atrevería a decir que vivió mejores tiempos que los actuales, pues durante su vejez recibió siempre el cariño de sus 12 hijos y también el alivio a sus penurias y soledad.

En sus épocas productivas, durante más de 40 años trabajó en situaciones difíciles, cierto, pero cumpliendo cabalmente con sus obligaciones laborales.

Honesto, recto a carta cabal, responsable y con palabra de honor, supo trasladar estos valores a su hijos, que unidos siguen formando la familia de la que emergieron.

De verdad descansa en paz, pues desgraciadamente entre tanta burocracia, jamás le detectaron a tiempo un cáncer de próstata, aunque regularmente iba a la clínica y se hacía análisis, pero ni en el ISSSTE ni en el IMSS se les ocurrió hacerle exámenes de próstata, aunque todo mundo sabe que es una de las principales causas de muerte en hombres de la tercera edad.

A sus hijos les decía que ya lo habían revisado de todo a todo y bueno, hubo desinformación.

Hoy ya está más allá de esa burocracia y hace unos días sus hijos se reunieron para revisar sus papeles.

Me sorprendió ver y reconocer que todos esos archivos que encontraron son también la huella de esa misma burocracia, impresa en todos nosotros, que guardamos papeles “por si acaso”.

La fe de bautismo y actas de nacimiento de todos sus hijos, documentos escolares, recibos de luz antiquísimos, recibos de nómina aún más viejos, estados de cuenta bancarios, recibos de teléfono, de agua, del impuesto predial, de tenencia, declaraciones de impuestos, las reclamaciones de su pensión, sus recetas médicas, papeles de hospital, carnets de la clínica del IMSS y del ISSSTE, pues tenía pensiones parciales de ambos que obviamente ni siquiera sumaban una pensión normal, credenciales , trámites de revista anual para que vieran que seguía vivo, oficios, trámites de la delegación donde vivía, facturas de aparatos que ya no existen y aparatos que desde hace mucho dejaron de existir, pero no en esa casa.

Y casi todo por si se necesita comprobar algo ante algún burócrata de cualquier parte.

Por cierto, se tiraron muchas cosas, pero no todo, algunas se tuvieron que guardar, por si acaso: documentos de su seguro colectivo que como buen seguro resultará lo contrario, pues supongo que al reclamarlo pondrán mil y un peros para pagarlo a sus beneficiarios; también sus documentos del IMSS y del ISSSTE pues no gestionó ni cobró “pagas de marcha” ni cosas de esas y que también casi seguro, ya no aparecerán en los registros.

También encontraron muchísimas fotografías, discos de acetato con la música que le gustaba; cancioneros “Picot” y otros objetos que a unos y a otros les trajeron recuerdos agradables.

Si él hubiera dependido de nuestra “seguridad social” para vivir dignamente, no lo hubiera logrado. Simplemente sus medicamentos para su rodilla, para la diabetes y para la hipertensión se hubieran comido su pensión.

Pensé ese día, después de varias horas de estar viendo la parcial destrucción de tanto papel, las montañas de documentos que guarda nuestra población, por falta de seguridad jurídica y de instituciones confiables, pues con la mano en la cintura te pueden inventar adeudos, responsabilidades, falta de pago de cualquier cosa, aclaraciones de antigüedad en los trabajos, revisiones de cálculos de finiquitos y liquidaciones, aclaraciones de comprobantes médicos y demás que se deducen de impuestos, verificaciones de luz, agua, instalaciones, etc. Prácticamente lo que se les ocurra.

Don Alfredo, al igual que la ascendencia de muchísimos de nosotros, dejó mucho más que los escasos bienes que poseía. Dejó su presencia en nuestros corazones, en nuestra memoria y eso afortunadamente, ninguna burocracia lo puede enredar. Gracias, Don Alfredo, donde quiera que esté.

En mi propio caso: si, lo reconozco, tengo algo así como 9 cajas con papeles personales y de trabajos anteriores, por si hay que aclarar cualquier cosa. Tenía como el doble y en un proceso lento, tortuoso, los he ido eliminando.

Y todavía espero reducir esto a una sola caja, pero es bien difícil. Hubo veces que solicité la opinión de mi esposa y en el 99.9% de los casos me dijo: ¡Mejor guárdalos, no sea la de malas!

Cuando sufrimos en el D.F el temblor del 85, muchos edificios de oficinas se vinieron abajo por el peso de los archivos de documentos.

Estos se perdieron y tal situación justificó que muchísimos de nosotros guardásemos más papeles, por si acaso.

Varios incendios en esa década y en los noventas en diversas oficinas públicas afectaron sus archivos. Aparte de dar a qué pensar, tuvieron el mismo efecto.Aún cuando hoy en día los CD y los DVD han venido a auxiliar en la guarda de documentos, para muchísimas cosas esas imágenes no son utilizables legalmente.

En fin, tendremos que seguir guardando aquellos papeles que se requieran, por si acaso y tendrán ese común denominador: los guardaremos como defensa en caso de ataque, como tributo a la desconfianza en las instituciones oficiales y en la burocracia, los guardaremos porque cualquiera puede enredar a cualquiera con un poco de poder y un mucho de mala leche.

Yo aparte los guardaré, para que mis hijos, cuando se requiera que revisen mis papeles, se reúnan, lo tiren todo y encuentren otras cosas mucho más valiosas. Por lo menos eso espero.

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