viernes, 4 de abril de 2008

ENTRE TACOS, TORTAS Y TAMALES

Nada se da con mayor naturalidad en las burocracias que la organización de los convivios en la oficina.

A lo largo de tantos años he podido degustar cualquier cantidad de viandas, desde tacos de canasta hasta salmón ahumado, desde tamales de chipilín hasta tortas ahogadas.

En primerísimo lugar los tacos, bien de carnitas, de barbacoa, de canasta, de suadero, de guisados como mole verde, cochinita pibil, tinga poblana, bistec en salsa, picadillo, todo esto con arroz o sin ( con arroz se llaman acorazados) flautas de barbacoa, de pollo o de papa con chorizo, quesadillas de todo menos de queso que son muy simples, memelas, guaraches, gorditas , petroleras ( que son las gorditas de chicharrón prensado), los sopes, los panuchos, los tacos de relleno negro,las tortas de pavo, de pierna, cubanas, ahogadas, tamales costeños, oaxaqueños, “de chile, de dulce y de manteca”, rojos, verdes y de rajas, baguettes, hamburguesas, pizzas, con sus salsas o con chiles en vinagre y el refresco; en fin.

Uno comprende que al acompañar toda esta comida con refrescos, esa industria tenga tanta preponderancia en México.

Recibir por otra parte los obsequios gastronómicos, cariñosos, de las familias de las personas que laboraban conmigo. Chorizos hechos en casa, tamales regiomontanos, cabrito hecho en casa también, asados, pasteles, flanes, compota de zapote blanco, dulces regionales, como el queso de tuna, las glorias, jamoncillos de piñón, de nuez, de pepita, cocadas de guerrero o de colima, igual, flanes y pasteles casi por cualquier motivo ¡humm!

Uno podría mantenerse de los convivios de oficina sin ningún problema.

“Bienvenido licenciado, se dirigió a mí un grupo de empleados en la última oficina donde laboré, comisionados para informarme, antes que cualquier otra cosa, la existencia de un “derecho de piso” que cada nuevo empleado tenía la obligación de pagar al llegar a esas oficinas.

¿Como en los mercados y en la vía pública? Pregunté.

Bueno no tan así, usted invite lo que quiera, puede ser cualquier alimento al alcance de sus posibilidades, si no se trata de que pierda sino de convivir con todos.

Dicho esto, pagué mi derecho de piso invitándolos a una “botanera” que no es otra cosa que una cantina que te da la comida al comprar las bebidas. Otras personas que llegaron a esa oficina compraron tacos sudados, otros de canasta.

La madre de una de las nuevas empleadas nos hizo tacos dorados de papa con chorizo, con su salsita verde y los refrescos, claro. Otro más invito tamales, aunque no era 2 de febrero, en otra ocasión carnitas y chicharrón, acompañados de pápalo quelite, buenas salsas y mejores tortillas, todo esto en la oficina; otro compañero invitó en su casa toda una comilona, sacrificando a la esposa para quedar bien, y así…

Pese a todas las prohibiciones, la costumbre de almorzar algo en las oficinas burocráticas es inalterable.

Los principales convivios del año son desde luego la rosca de reyes, luego vienen los tamales del 2 de febrero, incluidos atoles y champurrado, la primavera en marzo, el día de la madre, el día de la secretaria, los cumpleaños de todos, bien sea que se haga un convivio al mes por todos los que cumplen años (muy socorrido en épocas de crisis) o bien como caiga cada cumpleaños o santo, o ambos si se puede, las fiestas patrias, el día de muertos, y al arribo de las fiestas navideñas, se inicia el famoso puente Guadalupe- Reyes, que va del 12 de diciembre al 6 de enero, donde prácticamente diario existe algún convivio, dentro y fuera de la oficina.

Cabe aclarar que este puente se ha venido ampliando con extensiones más o menos regulares, así que hoy se habla del puente Guadalupe - Candelaria. A la mejor queda instituido pronto…

Claro que a lo largo de la vida se te presentan un montón de circunstancias que asocias quieras o no a este tipo de convivios de oficina.

Hace ya algunos lustros, unos ocho quizá, y sirva como ejemplo, siendo yo muy joven tuve la oportunidad de adquirir un auto nuevo.

Como trabajaba en un banco del gobierno, tenía derecho a que me dieran un precio especial que se llamaba entonces “precio de gobierno”.

Para tramitarlo, se tenía que conseguir la autorización de una dependencia específica, a la que llegaban todas esas solicitudes.

Tratando de agilizar el trámite me fui a esa oficina, donde me topé con Lupita, secretaria del funcionario que firmaba esas cosas.

¡Uh! me dijo, fíjese que va a tardar el licenciado así que dudo mucho que salga su oficio. No le haga contesté, me urge tener ese oficio.

Pues que es para usted el auto. Si le dije, es el primer auto que compro y ya me dieron un crédito del banco a 5 años para pagarlo. El auto era un Volkswagen 1965 y tendría que pagar $242.00 quincenales por los cinco años.

No sé si se compadeció de mí, o francamente me estaba “soltando los perros”, pues me dijo “Y qué, ¿me va a invitar a dar la vuelta? Como estaba de muy buen ver la señora, aunque ya algo mayor para mi corta edad, le conteste (con algo de timidez, lo confieso) que por supuesto, que nada más que lo tuviera.

Me dijo entonces que si tenía tiempo esperara al licenciado, pues era día de firmas, así que cabía la posibilidad de que firmara mi oficio. No me aseguraba nada, pero decidí esperar.

Tenía yo un buen rato leyendo, cuando se acercó de nuevo y me dijo, “no quiere un taco. ¿Cómo? Le conteste. Si, es que hoy es cumpleaños de la secretaria del licenciado ¿¿??(No recuerdo el nombre) y trajeron barbacoa y carnitas.

Así que la seguí hasta lo que venía siendo el archivo general de esa oficina, pues era un espacio muy grande, eso sí, lleno de archiveros y papel.

Para mi sorpresa, tenían dos parrillas conectadas, una calentando un comal donde estaban haciendo las tortillas para los tacos y otra calentando el consomé de borrego. Sin medir el riesgo de tener esas parrillas con todo el papel que existía en ese archivo, me acerqué a donde estaban unos 20 empleados.

Las carnitas y la barbacoa estaban envueltas en papel de estraza y se veían y olían muy, pero muy bien. Con confianza licenciado, me dijo Lupita, se ve que trae hambre, además como que le hace falta alimentarse bien, esta usted muy flaco.

Me comí tres buenos tacos de carnitas y un refresco, con lo que quedé súper lleno. Todavía sacaron pastel, pero de ese si ya me excusé.

Al poco rato llegó el licenciado que firmaba esos oficios y Lupita se dio una “manita de gato”, entró con un pedazo de pastel y café; enseguida salió y tomo un “bonche” de oficios para firma, señalándome que ahí iba el mío.

Pasaron otros cuarenta o cuarenta y cinco minutos, cuando salió de nuevo con los oficios firmados y los que no alcanzó a firmar pues tenía una agenda apretada.

Todavía me hizo sufrir algunos minutos más hasta que me dio mi oficio no sin antes hacerme la broma de que el mío no estaba firmado.

Como se le olvidó lo de la paseada y me dio el oficio así nada más, di media vuelta y salí muy contento con él. Que buen servicio y que bien dieron de comer, pensé para mí, además de todo ya me ahorre la comida, caray.

Bueno, regresando al tema, me gustaría dar un repaso por los menús más socorridos.

Hubo un tiempo en que nos aficionamos al ajedrez, al grado que no salíamos a comer; pedíamos tortas y refrescos y jugábamos en la sala de juntas. Las tortas cumplían bien su cometido, sobre todo unas “cubanas”, que preparaban con todo lo que se puedan imaginar: jamón, queso, salchicha, pierna de puerco, huevo, pastel de pollo y a veces incluso “queso de puerco”; todo en una telera muy grande (especial) con aguacate, jitomate, crema, cebolla y chile.

Aparte de engordar llegamos a tal nivel de competencia que lejos de relajarnos para seguir trabajando, nos estresábamos bastante, lo que me llevo a suspender tales prácticas y formar varios equipos de boliche para tratar de mantenernos en forma.

En esas épocas, administrar un centro de cómputo generaba ya de por sí muchísimo estrés; tanto que te aficionas de más al café. Yo llegué a tomar unas 30 tazas por día en épocas de cierres mensuales y cuando existían conflictos “cibernéticos”.

Hubo también una época en que se estilaba festejar con pizza en lugar de pastel pero afortunadamente duró poco y regresamos a lo tradicional.

Hoy en día prácticamente está prohibido en todas las oficinas comer, pero es de esas cosas que no se pueden que sí se pueden, pues en general el personal se las ingenia o bien para ir relajando esa disciplina, o bien para introducir con efugios piezas comestibles para entretener el hambre.

Poner un puesto de tacos o de tortas cerca de una oficina de gobierno es éxito seguro, no hay pierde, y al restringirse los convivios de oficina, la gente ahora sale más a almorzar o incluso a desayunar una vez cumplido el clásico requisito de checar tarjeta y antes de que los jefes se dignen a ir apareciendo, por lo que suele tenerse tiempo más que suficiente.

Tuve un jefe aficionado al sushi, comida que ponía en la mesa cuando había reuniones prolongadas, que era muy seguido por cierto. Después de la salmonelosis que tuvo, dejamos esa práctica afortunadamente.

Créanme que llega uno a odiar ciertos alimentos que se consumen tan frecuentemente y en circunstancias obvias de estrés. Tuve otro Jefe que era fanático del pollo “Don Fer” y no desaprovechaba oportunidad de hacer juntas a la hora de la comida, consumiendo pollo y arroz.

Quieras o no el colesterol te persigue, los riesgos se incrementan y muchos, muchos talentos terminan lisiados o en la morgue, pues cometieron el error, el craso error, de juntar un placer tan esencial con una obligación tan odiosa como lo es trabajar para burócratas que mudan su casa a la oficina y que piensan que trabajar medio día significa que es de 9 a 9 y jornada completa que desayunas, comes, cenas y duermes ahí mismo.

Las comidas de negocios, al hablar en ellas de trabajo, se vuelven fuente de gastritis crónica, independientemente del engordamiento al que conduce y si se bebe licor, a la hinchazón notoria de cara y párpados.

Si no, observen a los nuevos altos funcionarios, llegan delgados, sonrientes y a los pocos meses se les observa bien hinchados, no sólo por la bebida y la comida, sino porque ahora seguramente visten trajes a la medida… de las circunstancias.

Ojalá y pudiéramos tener un mejor equilibrio en el trabajo, ojalá y se prestara atención al ejercicio físico en intervalos adecuados, ojalá se permitiera el almuerzo de forma racional y ojalá aprendamos algún día donde termina el trabajo y comienza nuestra vida privada, porqué es que debemos respetar por sobre todas las cosas a nuestra familia dándole una importancia mucho mayor que al trabajo.

Esto, las más de las veces, lo aprende uno demasiado tarde…

Hasta la siguiente…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Licenciado,

Toda vía estoy esperando que me lleve a dar la vuelta como lo prometió. No se haga pato, me debe el paseo y los tacos de barbacoa.

ATTE,

Lupita